¡Cuánta fealdad se esconde
bajo el brillo de la belleza,
Y cuánta belleza se oculta
bajo la costra de la fealdad!.
Quien afana con obsesiva pasión
la perfección glamurosa y bella,
Bajo su congelada juventud
le termina naciendo una bestia.
Quien tolera en su alma la imperfección
en aquellas cosas propias y ajenas,
en aquellas cosas propias y ajenas,
ve si no belleza al menos valor
en eso que otros tan solo desprecian.
en eso que otros tan solo desprecian.
Dorian Gray, personaje de Oscar Wilde, pactó con el diablo la eterna losanía a cambio de la decrepitud del alma. Esa degeneración del espíritu se manifiesta en la insaciable búsqueda del placer físico aportado por el sexo y narcóticos. La mayoría de la gente no llega a estos extremos por muchos motivos, siendo la incapacidad física y la falta de dinero dos de los principales. Pero la maldición de Dorian Gray no está reservada solo a los que se lanzan a esa licenciosa vida. La busqueda incesante de la elegancia, de la limpieza, del glamour tiene un precio también muy alto: el tiempo perdido en alcanzarlas y manternerlas, y la incapacidad de disfrutar de situaciones donde esos niveles de excelencia no se den.
A mi edad, cuando veo a una mujer bonita bien emperifollada, con ropa nueva, cara, todo muy conjuntado, a pesar de su evidente belleza física solo puedo pensar en el tiempo y dinero que ha dedicado para poder mostrarse así. Todo el encanto que ella quería provocar en mí, como parte de los demás, se desvanece. Seguiré deseando poseerla, pero dudo que pueda quererla.