En cuanto a tiempo, en cuanto a distancia, lo que se dice el hecho material de transportarse de un lugar a otro en el espacio, era ciertamente muy fácil para P. (como lo llamaba el Director de la escuela cuando, fuertes nudillos, bigote tembloroso, lo reprendía) llegar hasta su casa. Y sin embargo, ¡tan difícil! Y no, no es que fuera débil o enfermo, aparte de una imperceptible y poco molesta deformación craneana era un niño como todos los demás.
Era el ambiente de su casa lo que le disgustaba; el aspecto no diré sombrío pera tampoco agradable de las dos habitaciones; su oscuridad y el fino polvo que lo invadía todo, hasta su nariz, haciéndole consciente la respiración; y algún mal olor indefinible, constante, que flotaba por todos los rincones; todo eso acompañado a (sic) la monótona insistencia de su madre: 'Debes estudiar tus lecciones, debes estudiar, debes', eran motivos suficientes para convertir en difícil y odiosa la simple tarea del regreso.
- Diferenciar los enfoques del narrador en el texto.
- Continuar brevemente el relato desde otro narrador testigo.
He de confesar que la ubicación del paréntesis aclaratorio de la inicial P. me parece muy desafortunada. Para mi gusto rompe por completo la frase y me cuesta meter en contexto el final de la frase.
No tengo claro que sea un acertado ejemplo de narrador testigo. Casi me parece un narrador omnisciente puesto que se mete en los sentimientos del personaje: le disgustaba, haciéndole consciente, etc.
Punto 1:
Yo diría que se trata de un narrador testigo evocador, puesto que narra la acción en pasado. No se si realmente es posible diferencias enfoques. Aunque habla de un movimiento (la vuelta física a casa), de una descripción (lo sordidez de su casa) y de un protodiálogo (la tabarra de su madre) realmente me parece que todo está siendo descrito desde la memoria (evocaciones) con ligeros aportes de su juicio.
Punto 2:
Esto es lo que dice el informe del psicólogo de la escuela. No me extraña que P. haya decidido hoy no volver a su casa. En lugar de bajar por la calle de los álamos, gira a la izquierda en el primer callejón y se dirige a un vallado que encierra el huerto comunal del barrio. Tras detenerse e inspeccionar ligeramente los alrededores se agacha para pasar un angosto agujero en la valla. Una vez dentro echa a correr a todo trapo entre los pimientos y tomates sin reparar en el daño que está haciendo a las hortalizas de sus vecinos y no para hasta llegar al otro extremo de la cerca. Elevándonos por encima de los tejados vemos que, allá por los alrededores de su casa, deambula su madre gritando su nombre y preguntando a los vecinos que tienen la mala suerte de toparse con ella.
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