martes, 18 de agosto de 2015

Del mar de Osuna nunca bebí

Allá por septiembre de 2006 me atrajo una presa, en el sentido cinegético de la palabra, que se ocultaba tras la máscara de Aguademar de Osuna (Sevilla) y tentaba al prójimo jugueteando con la imagen del mar y la luna. Cualquiera que esté al corriente de la geografía sevillana podrá hacerse una idea del latigazo semántico que esas tres palabras me produjeron, estando como estaba todavía dentro del largo verano hispalense: agua, mar, Osuna.

Una vez más hice sonar mi reclamo con la confesa intención de que callese en mis redes:

Agua dulce de las tierras de Osuna 
que al contacto con la piel de mi amada
salada y curiosa donde las haya
de mar se hizo, amor, de mar de luna.

Ella dio muestras de sentir mi trampa pero no se si acobardada por previos desengaños internautas, o por un novato exceso en sus expectativas (las mejores piezas te entran cuando todavía tiene uno el listón por las nubes) se zafó del lazo y huyó graznando epítetos tales como bandolero y loco y amenazándome con tirarme a un pozo. Muy propio de tierras de interior andaluzas. Le apunté con mi arma, corrí arriba la mira para compensar la distancia y, sin esperanza de acertar el tiro, le descerrojé la perdigonada que a continuación les muestro:

Por bandolero me tienen,
por bandolero me ahogo
que por besos de mi niña,
ay, me estoy volviendo loco

Loco de atar me dicen
y camino como un bobo.
Ella es de mis ojos la niña
y quiere tirarme a un pozo.

¿Por qué me niegas tu dicha,
por qué te vuelves tan cauta?
¿Te movieron mis versos a risa?
¿Qué te hizo tan sensata?

Déjate querer mi niña
que tu agua beba deja
dame de tu mar la vida,
no me tengas más en rejas.

Como suele decir mi amigo Antonio, una de las personas más inteligentes que conozco: ¡en fin!


No hay comentarios:

Publicar un comentario