domingo, 29 de julio de 2018

A mis soledades voy

Ya lejos en los días de mi bisoñez mi razón quedó prendada de este poema, presagio como tantos otros de lo que el fondo de la vida te reserva. 


Entonces me consideraba ajeno a los males de la soledad, teniéndome por hábil en el arte de hacer compaña, inconsciente como era de que la resbaladiza amistad se escapa de entre tus manos, a medias por lo escurridiza de ella, a medias por tu simple torpeza. Que no hay amigo fallido que tu no tengas parte en su pérdida.

Esto que puede sonar triste y melancólico no es más que una constatación de un hecho. La amistad es como todo lo esencial un bien escaso cuyo valor sigue la ley marginal de rendimientos decrecientes. Cada unidad que se adquiere tiene menos valor. Además como todos los bienes su mera posesión es costosa, y sobrepasado un cierto nivel su mantenimiento demanda más gastos que beneficios te reporta. La amistad hay que trabajarla, mimarla, dotarla, y eso es todo menos gratis.

Pero la soledad a la que voy y de la que vengo, cada vez con más frecuencia, es algo más profundo que la mera ausencia de compañía. Por suerte o por arte todavía tengo buenos amigos, no muchos pero buenos, y aunque echo de menos contacto carnal con mujer -besos, abrazos, caricias y demás- no es pareja lo que añoro, que la independencia y libertad que gozo es impagable.

La soledad que me envuelve viene de ser consciente de que comunicarse es casi imposible. Hablando no se entiende la gente. Las personas somos muy buenos mercaderes. Intercambiando bienes no tenemos problemas, pero malísimos debatientes, yo el primero. Pero también es la soledad de constatar que nada es como tú creías que era. No porque las cosas hayan cambiado sino porque ha cambiado tu punto de vista, tu percepción y es mayor la información de que dispones. De ahí que diga...


Volviendo a los versos que han despertado en mí estas reflexiones, hasta hoy mismo tuve a Antonio Machado por su autor, y no a Lope de Vega. Creo que no soy el único en este yerro. La versión truncada de Mocedades radia una sensación de introspección propia de un hombre dócil como quizás fuese Machado. La versión completa arroja una luz muy diferente, más acorde con la imagen que tenemos de un hombre del renacimiento(1), soldado y poeta.

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

No sé qué tiene el aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo,
no puedo venir más lejos.

Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.

Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.

De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.

Él dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento;
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.

La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo
su locura en su arrogancia,
mi humildad en mi desprecio.

O sabe naturaleza
más que supo en este tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.

«Sólo sé que no sé nada»,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.

No me precio de entendido,
de desdichado me precio;
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?

No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.

Señales son del juicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más,
otros por carta de menos.

Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres,
que desde entonces no ha vuelto.

En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los estraños,
y la de cobre los nuestros.

¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?

Todos andan bien vestidos,
y quéjanse de los precios,
de medio arriba romanos,
de medio abajo romeros.

Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
en el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento;

y algunos, inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.

Virtud y filosofía
peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.

Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento,
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.

Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.

Mirando estoy los sepulcros,
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.

¡Oh, bien haya quien los hizo!
Porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños.

Fea pintan a la envidia;
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.

Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir,
piden prestado el tintero.

Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones ni pleitos;

ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, firmaron
parabién, ni Pascuas dieron.

Con esta envidia que digo,
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.


Lope de Vega (1562-1635)


Pero si bien en aquellos ya lejanos años los versos que Mocedades cantaba me cautivaban sin aparente razón para ello, hoy en día son de plena aplicación. Mi cuerpo pocas alegrías me va a dar ya, y cada vez son más los días que paso conmigo mismo. Pero esta mi soledad mil veces la prefiero que la soledad de estar mal acompañado, porque "para estar conmigo me bastan mis pensamientos". Por suerte vivimos una época en la que es fácil, muy fácil leer y escuchar a personas que tienen mucho que decir de algo concreto y para ello no tenemos que movernos de nuestra casa. La aldea de Lope es casi ubicua y "con venir de mi mismo, no puedo venir más lejos". 

En el Gran Teatro del Mundo, las escenas finales de sus personajes nunca son felices ni gratas. En uno de esos días en que somos más sensibles al amargor de la soledad no puedo dejar de pensar en que...

La fiesta se está acabando,
lento volvemos a casa.
Sin saber cómo ni cuándo
solo por la calle pasas.

La noche fría  retumba
su silencio en el presente.
El hoy que no es sino tumba
de tantos sueños pendientes.

Si teatro es nuestra vida,
¡ha de haber autor tan vano!
Si nuestra vida es sueño
más valiera despertar.

Más valiera desechar
este alocado empeño
de alargar papel tan malo
para alejar la salida.

Pero que nadie se sobresalte. Todavía tengo muchas curiosidades que satisfacer y mientras este cuerpo que me encarcela me deje, seguiré estudiando por el mero placer de estudiar. Si me preguntan ¿para que estamos aquí? mi respuesta es clara: para nada, pero a mi me gusta estudiar ¿qué se le va a hacer?

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(1) Sé que Lope de Vega está considerado literariamente como barroco y no renacentista, pero como persona podría encajar en la tradición del Marqués de Santillana, Garcilaso, Cervantes, todos ellos hombres de guerra. Lope de Vega luchó en la Gran Armada en el intento fallido de conquistar Inglaterra.




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