domingo, 21 de abril de 2019

La belleza y la fealdad

¡Cuánta fealdad se esconde
bajo el brillo de la belleza,
Y cuánta belleza se oculta
bajo la costra de la fealdad!.

Quien afana con obsesiva pasión
la perfección glamurosa y bella,
Bajo su congelada juventud 
le termina naciendo una bestia.

Quien tolera en su alma la imperfección
en aquellas cosas propias y ajenas,
ve si no belleza al menos valor
en eso que otros tan solo desprecian.


Dorian Gray, personaje de Oscar Wilde, pactó con el diablo la eterna losanía a cambio de la decrepitud del alma. Esa degeneración del espíritu se manifiesta en la insaciable búsqueda del placer físico aportado por el sexo y narcóticos. La mayoría de la gente no llega a estos extremos por muchos motivos, siendo la incapacidad física y la falta de dinero dos de los principales. Pero la maldición de Dorian Gray no está reservada solo a los que se lanzan a esa licenciosa vida. La busqueda incesante de la elegancia, de la limpieza, del glamour tiene un precio también muy alto: el tiempo perdido en alcanzarlas y manternerlas, y la incapacidad de disfrutar de situaciones donde esos niveles de excelencia no se den.

A mi edad, cuando veo a una mujer bonita bien emperifollada, con ropa nueva, cara, todo muy conjuntado, a pesar de su evidente belleza física solo puedo pensar en el tiempo y dinero que ha dedicado para poder mostrarse así. Todo el encanto que ella quería provocar en mí, como parte de los demás, se desvanece. Seguiré deseando poseerla, pero dudo que pueda quererla.

jueves, 28 de febrero de 2019

El amor y el tiempo. Un cuento chino

Estudiando chino me topo con este bonito cuento. Como hace tiempo que no escribo aquí nada, trataré de traducirlo a modo de ejercicio literario. Vamos allá.

时间与爱

( El Tiempo y el Amor )

Erase una vez una pequeña isla en la cual vivían la alegría, la tristeza, el saber y el amor, así como otros sentimientos y emociones(1).

Un día estas criaturas escucharon decir que el islote estaba a punto de hundirse, por lo que todo el mundo fue a procurarse una embarcación pensando en abandonar la isla lo antes posible. Tan solo el amor decidió quedarse. Se empeñaba en aguantar hasta el último momento.

Pasado varios días, la islita de verdad empezó a hundirse lentamente. El amor también pensó en irse y se llegó hasta la orilla del mar a esperar. En ese instante justo la prosperidad pasaba por delante en un gran navío. El amor le pidió: "Señora prosperidad, ¿podrías llevarme contigo?" La prosperidad contestó: "No, mi barco está lleno con muchos tesoros de oro y plata, no hay sitio para ti." Acabando de hablar la prosperidad se alejó navegando en su barco. 

No pasó mucho tiempo cuando el amor vio a la vanidad llegar hasta lo orilla pilotando un hermoso barquito. El amor se dirigió a él requiriendo una vez más:  "Señora vanidad, ¡ayúdeme!". La vanidad sin ni siquiera pararse a pensar le rechazó: "Amor, lo siento, no te puedo ayudar. Tienes el cuerpo todo empapado, vas a ensuciar mi hermoso barquito". Dicho lo cual también partió.

Pasó otra vez un poco de tiempo. La tristeza y la alegría, uno tras otro, también se acercaron navegando a la orilla. Primero el amor imploró a la tristeza: "¡Ah tristeza, déjame abandonar esta isla contigo!". La tristeza le respondió llorando: "Yo estoy realmente muy triste. Deseo quedarme en silencio solo un rato. Lo siento, ve a pedirle a la alegría ayuda".

La alegría pasó navegando pero estaba demasiada contenta y, ¿quién lo diría? ni escuchó los gritos y súplicas del amor.

Cuando el amor ya desesperaba por no haber conseguido ayuda, de repente escuchó una llamada cariñosa: ¡Ven aquí, amor, deja que nos acerquemos a ayudarte a abandonar esta pequeña isla a punto de hundirse!". El amor se sintió muy extrañado. Le extrañó lo canoso y viejo que era quien le había hablado. Corriendo se subió a bordo del barco de madera del anciano. Cuando el barco atracó en otra costa, el anciano sigilosamente se fue.

Después de que el amor desembarcara, se llegó caminando hasta él un viejo leyendo un libro. El amor le preguntó: "Por favor, ¿quién es usted?". El viejo que leía respondió con amabilidad: "Yo soy el viejo conocimiento". El amor volvió a preguntar: "¿Ese anciano que me ha ayudado quién era?".
El conocimiento dijo: "¡Ah, era el vetusto tiempo!". "¿Ese viejo el tiempo?". Preguntó el amor sorprendido. "¿Por qué caramba me habría de ayudar el tiempo?".

Sonriendo respondió el conocimiento: "Porque sólo el tiempo comprende cuánto vales tú, amor". FIN.


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(1) El texto dice 感情 (gǎn qíng, sentimientos y emociones) lo que no cuadra bien con nuestro concepto de conocimiento y, como se verá más adelante, de tiempo. El tiempo, desde un punto de vista físico, es una entidad objetiva y, por lo tanto, independiente de nuestra psique. Pero ese tiempo no es el que normalmente tenemos presente. Todos sabemos cuán subjetivo es nuestra percepción del tiempo. Un retraso de varios segundos en la respuesta de tu ordenador se hace insoportable y sin embargo en la vida veinte años son nada.

lunes, 11 de febrero de 2019

Rimbombancia versus claridad


Uno de mis sueños es alcanzar la claridad, simpleza y elegancia en la escritura, cosa que se me resiste más de lo que podía imaginar. Pero al menos observo una mejoría en mi capacidad de percibir los vicios opuestos. En mi trabajo como profesor, al traducir párrafos de los libros que sigo en mi asignatura me encuentro con frecuencia párrafos como este:

Existence of part allows certain engineering analysis and planning activities to be accomplished that would be more difficult without the physical entity.

La existencia de una pieza permite que se lleven a cabo ciertos análisis ingenieriles y actividades de planificación que serían más difíciles sin la entidad física.

Parece decir mucho, pero lo único que dice es:

Con una pieza en las manos se pueden ver y pensar más cosas que sin ella.

El lenguaje, como el vestido de una mujer, mientras más simple más bello.
¿Es o no es? que dijo el gran danés.