sábado, 3 de mayo de 2014

Principio, medio y final dados

El ejercicio dice así:

Escribir un texto que icluya las siguientes frases, como principio, medio y final del texto. Emplear el narrador omnisciente para hacerlo.

Principio: Una mujer uniformada de verde no vio al que subió por la escalera.
Medio: Se apresuró
Final: Le pidió que no mintiera.

¡Vamos que nos vamos! ¡al lío!

En primer lugar ninguno de los dos personajes presentados en el principio parecen que deban ser personajes principales de la novela. Pero deben tener un peso importante ya que abren la escena.

Una mujer uniformada de verde no vio al que subió por la escalera. Fue una lástima porque de no haber sido así, todo podría haber sido distinto. La mujer era una empleada del servicio de limpieza y en ese momento estaba vuelta hacia la pared, quitando las hojas secas de un florero y con los oídos saturados escuchando su mp3 a todo volumen. 

El hombre saltó los escalones de dos en dos mostrando una forma física envidiable y unas ganas locas por llegar a su destino, que no era otro que el piso de la pobre María. Pobre no porque le faltasen las comodidades que Juan, su marido, le suministraba generósamente ni porque estuviese falta de culpa en su comportamiento, sino porque, como casi todo el mundo, era víctima del desconocimiento de lo caro que nos resultan nuestros deseos una vez conseguidos.

María lo sintió llegar a su puerta y corrió a arreglarse el pelo y enderezarse la ropa con esos pocos tirones que las mujeres se dan en faldas, blusas y medias, cuyos efectos los hombres somos incapaces de apreciar pero sin los que ellas no se atreven a ser vistas.

Se apresuró a abrir la puerta y dejarle pasar, cerrándola tras él, no sin antes comprobar que nadie le había visto entrar en su casa. Le evitaré al lector la descripción de lo sucedido a partir de ese momento por lo obvio y común de la escena, pero podrá éste imaginarse lo estéril de esos gestos de María adecentando sus vestimentas.

Juan volvió a su puesto de vigía en la ventana del bar de enfrente, tras aliviar la presión de la vejiga por las cervezas que ya llevaba en el cuerpo. Estaba ya con la mosca tras la oreja y temía que esa rápida ausencia arruinara toda su espera. Según su confidente era la hora habitual del delito. Intranquilo por la duda se arriesgó  a cruzar la calle y entró en el portal para preguntarle a la limpiadora si había subido algún hombre en esos minutos. La mujer de verde le dijo que con toda seguridad no, porque ella no se había movido de allí ni por un instante. Juan volvió a su mesa en el bar con esa sensación de soledad que da el saberse engañado en cuestiones de amores. El cornudo, tras comprobar que era el último en enterarse de todo, tiene la sensación de que el resto del mundo está en el ajo.

Juan siguió pidiendo cervezas y llegó un momento en el que no podía ni recordar por qué no había ido a trabajar ese día. Cuando el camarero le dijo que tenía que cerrar, que ya eran más de las doce de la noche, Juan, no sin antes implorar una última jarra, enfiló el camino de vuelta a casa feliz y contento. No recordaba nada y solo sabía que su Atlético del alma había ganado la liga y la champion y que en casa le esperaba la mujer más bonita del barrio.

Cuando atinó a abrir la puerta con las llaves, que se empeñaban en no entrar en la cerradura y caérseles de las manos, se encontró a su amorcito cruzada de brazos en medio del salón. Juan intentó hilvanar una explicación creíble de su tardanza y estado pero lo único que recordó al día siguiente es a su mujer llorando. No entendía por qué María le pidió que no le mintiera.

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