El árbol con sus bolas tan brillantes
Y como la luz de brillante.
Los niños se hartan de estar en sus casas
Y no salir….
En coger las estrellas que lucen…
Y en las estrellas fugaces paseaban
Seguramente no le dirá nada este poema pero a mí me trajo al presente el recuerdo de esas interminables tardes de Navidad en las que matábamos el aburrimiento infantil sentados en el suelo de la entrada de mi casa alrededor del árbol jugando al veo-veo, con aquellas bolas brillantes, los Santa Klaus, la eterna bota de Papa Noé y las guirnaldas de colores. El árbol, el Portal de Belén, con aquellas vacas y ovejas con pelo, mutiladas de una pata, y Poncio Pilato presidiendo la escena en su trono. En aquella entrada descansaba cuando nos íbamos a la cama el boceto en barro del Pilato del paso de La Sentencia de la Hermandad de la Macarena de Sevilla, hasta que un día le cercenamos un brazo, imagino yo que jugando a la pelota.
Aquellos recuerdos evocados por el poema infantil, no por su tema sino por su génesis, los quise plasmar en versos y traduje el pueril lenguaje de mi hija en los siguientes versos:
Brilla mi árbol con sus bolas
Y su resplandor la luz confunde.
Su brillo me envuelve como moscas
Que revolotean monótonas, cansinas
En la aburrida tarde invernal.
Sueña mi espíritu con volar libre
Rayo brillante de una estrella fugaz
Correr, saltar, volar….
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