Tonteando una noche con mujeres terminé prometiendo a una un soneto. La excitación que todo macho siente ante la posibilidad de apareamiento nos hace desplegar nuestras plumas más allá de lo prudente y solemos terminar prometiendo la Luna, el Sol y si es necesario la Vía Láctea entera, a pesar de haber comprobado una infinidad de veces que los astros son para ellas una mera metáfora de lo mundanamente caro. No es valor lo que nos demandan sino precio.
Dado que aquel impulso no estaba espoleado por las puntas de Cupido, me vi en la necesidad de salvar mi palabra a cara-cojones, como dicen en los montes de Cádiz, y me costó algo más de lo acostumbrado cumplir mi palabra. He aquí el resultado de la misma:
Un soneto te juré la otra tarde
Y por Dios que cumpliré mi palabra
Que aun a riesgo que me tengas por cabra
De cumplir mis promesas hago alarde
Mas este soneto con sudor se labra
Pues no me dio Erato la pócima
Y no queda en mi mente próxima
La rima. Y mi pluma solo ladra.
Que trabajito, Dios, me está costando
Agradar con decoro tu demanda
Y más valiera la próxima vez
Mi boca sellar y no alardear tanto,
Hacer caso a lo que mi juicio manda
Mirar, oír y poner cara de pez.
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