sábado, 4 de octubre de 2014

Me quitaron lo bailado

Necios creemos el ayer seguro,
del tiempo y sus peligros a salvo,
pero de hechos no se hace el pasado,
sino de recuerdos, ¡y eso es duro!

Lo que ayer vi alegre y divertido
ahora me duele triste y amargo
Ayer miraba torpe y novato
hoy mis ojos ven con lo vivido

Vivir no es solo ir hacia el ocaso
que también es borrar lo andado
pues al andar vemos el pasado
entre desengaños y fracasos.


miércoles, 20 de agosto de 2014

Bye Plymouth... it's been a nice time.

Bye Plymouth, Hi Seville
(A poem's attempt after a song by Silvio)

My time in the South of England, 
is crawling to its end. 
I keep growing older, 
and, as a hoary dog strayed, 
I do not hanker any longer,
any more,
for any place.

I'd rather lay still here 
till the end of my days arrives, 
though I know it will be rainy,
it will be windy, 
cold and dark.

Down there, not so far for the body 
but a bit remote for the soul, 
Seville awaits beloved  
scorching its people
like a pan

There noisily dwell,
in the south of Hispania,
my big dearest family 
and a few good friends, 
those whom I love gently, 
but was love
any time something?
I am afraid, my dear
that it was not.

......................................................

I have spend two months here in close-knit intimacy with the person I care most: my daughter Julia, the gift of those Gods whose existence I do not believe in any more. Away, we will have to be apart, we will be forced to live estranged by the selfish or unconcerned will of others who do not care for us.

I am going back home but not to hearth. The warmth is just here, in the chill of the Plymouth´s dawn and dusk. There, singeing in the Andalusian climate, rests the searing  ice of my lonely flat, whither I will hide myself out as if preserving my flesh until the next escape to farther lands, with or without her, should freshen my burns up.

............................................................

Pero sobreviviré, al menos hasta que la muerte me llame. Espero que los angloparlantes que lean esta despedida no se partan la espalda de risa por mis torpes versos, prosa e inglés. Si ya es difícil escribir bien en tu lengua materna, en una aprendida con las neuronas ya interconectadas es la leche. Pero quien no friega no rompe platos.

Toda esta cursilada sensiblera me la provoca la cercanía del fin de uno de mis mejores veranos en mi vida y la memoria de una canción de un paisano mio, ya difunto -aunque a juzgar por lo que bebió su cuerpo debe estar perfectamente conservado- con el que coincidí en varias ocasiones en un pequeñísimo bar de Los Remedios (Sevilla) al que ambos solíamos ir allá por mis veintitantos años. Coincidimos pero no hablamos. La canción la conocí gracias a mi querido amigo Toby Quirós, en Jimena de la Frontera, quien era un seguidor de Silvio, el auténtico, no el pelota de Fidel Castro. Que la disfruten.


A mi me levanta el ánimo. Si siguen la letra cuidadosamente verán que nunca está claro si se ha quedado al sur de la Gran Bretaña o en su Sevilla del alma. Por simpatía con el personaje me gusta pensar que es un toque genial de ambigüedad pero mucho me temo que es solo torpeza lírica.

jueves, 10 de julio de 2014

Style

Me hallo en Inglaterra durante una estancia de dos meses en la Universidad de Plymouth como investigador visitante. Suena a pegote y lo es, pero es verdad. Tras haber terminado de leer "Ethan Frome" de Edith Wharton, a quien ya voy considerando mi autora favorita, retomo uno de los libros más eficientes que jamás he leido: Style. Ten Lessons in Clarity and Grace, de Joseph M. Williams.

Digo eficiente por lo alucinantemente fácil y obvio que parece todo lo que dice. El libro está completamente lleno de consejos que uno no sabe cómo es que no los seguía ya de lo cantados que estaban. En mi caso,  noté los resultados en seguida a pesar de solo haberlo leído, y no estudiado, que es lo que hay que hacer con este tipo de publicaciones. Puede que usted no lo note, pero si viese mis escritos antes de su lectura entendería lo que le digo.

El libro está destinado mayormente a escritores académicos y no a literatos, pero para diletantes como yo es un apoyo valiosísimo. Por supuesto que habla del inglés, pero se quedaría usted pasmado al ver lo válidos que son sus principios y consejos para escribir claro en español, e imagino que en cualquier idioma. No en vano, si Steven Pinker tiene razón en su libro "El Instinto del Lenguaje", todos los idiomas tienen un sustento cerebral común que explica este fenómeno del que les hablo.

Cuando uno lee libros como este no puede evitar preguntarse que qué leches han hecho con uno en tantos años de escuela. Por ello, si domina medianamente el inglés y quiere mejorar mucho y rápidamente su estilo de escritura para ganar en claridad y gracia, no lo dude y póngase mano a la obra. Si no tiene un razonable nivel de inglés le aconsejo que empiece a estudiarlo. No sabe la de cosas interesantes que solo están escrita en ese idioma.

domingo, 8 de junio de 2014

Enfoques diferentes

El ejercicio reza así:


Escribir un texto cuyo argumento gire entorno a un accidente narrado desde dos testigos diferentes: el conductor de la ambulancia y una vecina.



Entiendo que el ejercicio consiste en narrar un mismo suceso visto por dos personas distintas. Me parece a mí que no está muy bien planteado el tema. Normalmente los conductores de ambulancias no presencian los accidentes. Intentaré ceñirme estrictamente al enunciado y me agarraré pues a la palabra "entorno". Utilizaré como elemento auxiliar un tercer narrador cuasi-omnisciente que pueda leernos las mente de los narradores testigos. En verdad sería un narrador testigo telepático.


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Allí estaba él, inconsciente, tumbado en la camilla de la ambulancia camino del hospital más cercano, echando leches con todo el ruido que es capaz de hacer un artefacto de ese tipo. Le acompañaban el conductor, un médico, un enfermero y una vecina como única persona allegada, ya que no apareció nadie que dijese ser familiar o amigo íntimo. El equipo médico estaba concentrado en su trabajo intentando mantenerlo vivo hasta que pudiesen entregarlo al equipo de urgencias del hospital. Aunque pudiera parecer que el conductor debería estar concentrado en la conducción, lo cierto es que esa labor le era tan rutinaria que prácticamente iba con el automático y su mente podía errar distraída por otros temas. La vecina, a parte de la natural preocupación por un prójimo en trances de morir, en verdad no tenía vinculación emocional con el accidentado. Ambos dos, pues, se entregaron a las conjeturas sobre los motivos y circunstancias del moribundo.

Vecina: ¡Pobre hombre! ¡Cualquiera diría que es un pordiosero! Es increíble lo mal que te deja un porrazo desde un quinto piso ¿Qué le habrá pasado? Con lo guapo que parecía y siempre tan bien vestido. Ya me extrañaba a mi que nunca se le viese con mujeres. Un buen coche, un buen piso, buenos modales ¿será maricón? No, no creo, tampoco se le veía con hombres. Pero ¡qué más da! Desde luego el pobre si se salva va a quedar muy estropeadito. No creo que pueda volver a caminar con normalidad. Sus piernas y brazos parecían de trapo. ¡Y la cara! no hay quien lo reconozca. Si no lo llego a ver caer del balcón no habría sabido quien es. Bueno a lo mejor si por los zapatos ¡Que gusto tiene el jodido vistiendo! Pero no creo que se salve... yo tengo que estar a las diez en casa de mi madre. No creo que se salve. Pobrecito.

Conductor: ¡Otro desgraciado! Este mes llevamos tres y eso que estamos remontando según el gobierno. Si no fuese por la marca de los zapatos, de la ropa y el lugar donde ha caído cualquiera diría que es un mendigo. Pero este debía de tener dinerito ¡Que malo es acostumbrarse a lo bueno! Lo que más grima me da es pensar que yo me cayese por un balcón y no apareciese nadie que respondiera por mi. ¡Nadie! ni un conocido que supiese al menos mi nombre ¡Vaya marrón que le ha caído a la vecina! Para mi que le gustaba y tiene un revolcón la jodida. Con dinero no hay soledad pero cuando te quedas sin blanca...
Va a tener razón mi viejo cuando me decía que hay que invertir en cariño. Bueno, mientras llegamos y descargamos son las nueve y media y un servidor da de mano. Ya está bien por hoy de fiambres.
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No es esto lo que se pedía, puesto que los pensamientos de los personajes no son realmente narración... pero que le den.

domingo, 1 de junio de 2014

Narradores testigos

A partir del siguiente texto estraído de "Diógenes También", en Cuentos de Augusto Monterroso:

En cuanto a tiempo, en cuanto a distancia, lo que se dice el hecho material de transportarse de un lugar a otro en el espacio, era ciertamente muy fácil para P. (como lo llamaba el Director de la escuela cuando, fuertes nudillos, bigote tembloroso, lo reprendía) llegar hasta su casa. Y sin embargo, ¡tan difícil! Y no, no es que fuera débil o enfermo, aparte de una imperceptible y poco molesta deformación craneana era un niño como todos los demás.
Era el ambiente de su casa lo que le disgustaba; el aspecto no diré sombrío pera tampoco agradable de las dos habitaciones; su oscuridad y el fino polvo que lo invadía todo, hasta su nariz, haciéndole consciente la respiración; y algún mal olor indefinible, constante, que flotaba por todos los rincones; todo eso acompañado a (sic) la monótona insistencia de su madre: 'Debes estudiar tus lecciones, debes estudiar, debes', eran motivos suficientes para convertir en difícil y odiosa la simple tarea del regreso.


  1. Diferenciar los enfoques del narrador en el texto.
  2. Continuar brevemente el relato desde otro narrador testigo.

He de confesar que la ubicación del paréntesis aclaratorio de la inicial P. me parece muy desafortunada. Para mi gusto rompe por completo la frase y me cuesta meter en contexto el final de la frase.

No tengo claro que sea un acertado ejemplo de narrador testigo. Casi me parece un narrador omnisciente puesto que se mete en los sentimientos del personaje: le disgustaba, haciéndole consciente, etc.

Punto 1:

Yo diría que se trata de un narrador testigo evocador, puesto que narra la acción en pasado. No se si realmente es posible diferencias enfoques. Aunque habla de un movimiento (la vuelta física a casa), de una descripción (lo sordidez de su casa) y de un protodiálogo (la tabarra de su madre) realmente me parece que todo está siendo descrito desde la memoria (evocaciones) con ligeros aportes de su juicio.

Punto 2:

Esto es lo que dice el informe del psicólogo de la escuela. No me extraña que P. haya decidido hoy no volver a su casa. En lugar de bajar por la calle de los álamos, gira a la izquierda en el primer callejón y se dirige a un vallado que encierra el huerto comunal del barrio. Tras detenerse e inspeccionar ligeramente los alrededores se agacha para pasar un angosto agujero en la valla. Una vez dentro echa a correr a todo trapo entre los pimientos y tomates sin reparar en el daño que está haciendo a las hortalizas de sus vecinos y no para hasta llegar al otro extremo de la cerca. Elevándonos por encima de los tejados vemos que, allá por los alrededores de su casa, deambula su madre gritando su nombre y preguntando a los vecinos que tienen la mala suerte de toparse con ella.

sábado, 10 de mayo de 2014

Variación sobre un fragmento de El Diario de Ana Frank

El ejercicio propuesto dice así:

Contar empleando un narrador omnisciente el siguiente párrafo del Diario de Ana Frank:

"Es el primer sábado desde hace meses que no me ha parecido triste, ni fastidioso, ni monótono y todo gracias a Peter y a nadie más.
Esta mañana cuando fui a colgar mi delantal en el desván, Papá me preguntó si querría quedarme para una conversación en francés." 

Intentaré seguir los seis puntos que determinan la impersonalidad de un narrador omnisciente:

  1. Expresión en tercera persona.
  2. Situación fuera del relato.
  3. Punto de referencia.
  4. Representación de las opiniones del autor.
  5. Control sobre los aspectos de la narración.
  6. Sitúa y orienta al lector por todos los nudos del argumento.
Ana se levantó ese sábado sin ánimos. Hacía meses que los sábados le fastidiaban, le entristecían y le parecían monótonos. Cuando subió al desván para dejar su delantal se encontró con su padre que le preguntó si quería quedarse para conversar en francés. Entre los tertulianos estaba Peter y Ana, sintiendo algo nuevo en su interior, no deseó otra cosa que quedarse. Siempre le había gustado participar en esas conversaciones con los mayores, y le encantaba practicar idiomas, pero aquel día fue diferente. Aquel día sentía que algo la ataba a aquel lugar que no era ni el francés ni la charla. Sentía que estar allí merecía la pena si y solo si estaba Peter.

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Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se muera de risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie ni el prudente deje de alabarle.

Miguel de Cervantes.


Cambio de nombre

Queridos lectores:

Ayer descubrí que existe una revista literaria titulada La Pluma del Ganso, y nada más lejos de mi intención que pisarle el terreno a nadie. No la conozco pero por la pinta parece algo mucho más serio que este blog de un pobre diletante como yo. Pido perdón a los autores de la revista y les deseo mucho éxito en su empresa.

viernes, 9 de mayo de 2014

El sueño del cuarto de las muchachas

El ejercicio reza así:
  • Relatar un sueño real o inventado
  • Volverlo a contar desde un narrador omnisciente
Escogeré uno real que cambió mis noches.

Para entender el sueño tengo que contar primero un sueño recurrente que me atormentaba muchas noches de mi infancia. El sueño empezaba con una escena de la vida normal en mi casa. Mi casa estaba formada por los dos pisos (apartamentos deberíamos decir) de la primera planta del portal 30 de la calle Asunción de Sevilla. Los pisos tenían una distribución lineal. Las habitaciones daban casi todas ellas a un pasillo recto. En la cabecera había un núcleo de dos salones y la entrada. En la trasera teníamos la cocina, un lavadero con un pequeño aseo y un cuarto de servicio. Ambos pisos estaban unidos hacia la mitad del pasillo por otro pasillo de servicio. En principio cada apartamento tenía su puerta de servicio que debería de estar cerrada pero en mi casa, lógicamente, estaban siempre abiertas y el pasillo de servicio era un corredor más de la casa. A ese pasillo de servicio se accedía por un montacargas y a él daban las ventanas de los cuartos de baño principales. Mi casa estaba pues dividida en lo que nosotros llamábamos "elpiso" y "elotropiso". En "elpiso" hacíamos la mayor parte de la vida y estaban la mayoría de los dormitorios. Por si no lo saben, mi familia era algo más extensa de lo normal. Éramos quince hermanos, mis padres y siempre había varias mujeres trabajando, además de la trupe habitual de amigos y vecinos. En "elotropiso" estaban el dormitorio de las pequeñas, el de mis padres y la consulta médica de mi padre. La cocina y el lavadero de "elotropiso" funcionaban como cuarto de plancha y tendedero, y su pequeño cuarto de servicio servía de almacén de los trajes de flamenca, túnicas de nazarenos, artilugios de caza y vestidor para las mujeres que trabajaban con nosotros. Ese cuarto jugará un papel importante en mi sueño.

Decía que el sueño comenzaba con una escena normal de cualquier casa, por ejemplo varios hermanos en la salita viendo una película. De pronto el ambiente cambiaba y todo se iba volviendo cada vez más silencioso y tenso. Poco a poco mis hermanos iban desapareciendo del sueño y yo me veía, o mejor dicho, me sentía solo en un extremo de "elpiso" sintiendo que en el cuarto de la cacería, en el extremo opuesto de "elotropiso" estaba Eso. Yo no sabía que era, si era un monstruo, un animal, un espíritu. Solo sabía que Eso me daba mucho miedo. Y toda la pesadilla era la espera a que Eso saliera de aquel cuarto y se dirigiera hacia donde yo estaba. Nunca pasaba nada pero a mi me arruinaba la noche.

Pues bien, hasta aquí el sueño recurrente, pero el sueño que quiero contar no es así. Un buen día, allá por la adolescencia, tuve el mismo comienzo de sueño, pero ya no lo pude resistir más. Abrí la puerta de la salita y salí corriendo despavorido hacia "elotropiso". Chillaba a más no poder tratando de silenciar mi pánico. Por fin llegué a la puerta de ese maldito cuarto, la abrí me arrojé dentro y, chillando, sentí como Eso me envolvía. Me desperté con una tranquilidad increíble y jamás volví a soñar esa pesadilla.

Bien, ahora intentaremos darle forma al sueño con un narrador omnisciente.

Era una tarde normal de la vida del pequeño Luis. Pequeño de edad pero no de cuerpo, pues había tenido la mala suerte de crecer más que sus compañeros y eso le acarreaba las complicaciones naturales de parecer mayor. Luis estaba en la salita de su casa, con sus hermanos y algunos vecinos habituales del segundo. Jugaban a pedirse los anuncios. Era la época previa a las Navidades y en la hora infantil la tele te bombardeaba con publicidad de juguetes. Luis todavía no había aprendido que lo más divertido de los juguetes es desearlos y soñar con ellos. Los sueños son de carne y hueso, la realidad de pasta y la pasta al tercer golpe se rompe. No debía ser una época fácil para los padres. La chapa y la madera eran muy caras y el plástico todavía no estaba muy conseguido. Ya teníamos los medios para sentir la necesidad de comprar juguetes pero aún no teníamos la capacidad económica para hacerlo.

Una vez más, como todas las tardes, el juego se fue agriando. El tono de la luz de la salita iba oscureciéndose poco a poco, casi imperceptiblemente y los sillones, sillas y cojines, antes atestados de niños, iban quedándose vacíos. Luis no quería darse cuenta del cambio, como si el ignorar la realidad bastara para cambiarla, hasta que, tras tocarle en suerte una muñeca nadie se burló de el y el silencio fue tan estrepitoso que le obligó a tomar conciencia de su soledad.

Luis miró fijamente la puerta de la salita que daba a la entrada, esperando ver tras los cristales esmerilados la sombra que llevaba toda su vida estropeándole el sueño. Pero la sombra no aparecía. Fuera lo que fuera, habitaba en el cuarto de las muchachas, que es como se llamaba a las empleadas del hogar en aquella época. Desde aquel cuarto hasta la salita había un gran trecho y Luis no podía recordar que hubiese visto a la cosa alguna vez por los pasillos pero sentía que se derramaba viscosamente por ellos acercándose a la salita.

Pero esta vez algo cambió en el interior de Luis, probablemente desencadenado por la metamorfosis hormonal de la adolescencia. Ya no podía contener tanto pánico dentro suyo y cuando la tensión alcanzó la temperatura con la que normalmente se despertaba, Luis se dejó llevar por el miedo que le gobernaba y abrió la puerta de la salita gritando como un juramentado. No veía nada. Su visión era como la de un despavorido que corre en el bosque de noche moviendo la cabeza de adelante a atrás, de izquierda a derecha sin cesar. Mientras más corría más gritaba, mientras más gritaba más miedo sentía, y el miedo le hacía correr más. Una a una iba abriendo todas las puertas de la casa: la del pasillo, las del montacargas, la de la cocina del otro piso y por fin, la del cuarto de las muchachas.

Luis se sumergió en el pánico que llenaba el cuarto tratando de ahogarlo con su alarido. La cosa era real, estaba allí y Luis se precipitó contra ella dejándose envolver. Fue la última vez que vimos a Luis por estos sueños.





sábado, 3 de mayo de 2014

Principio, medio y final dados

El ejercicio dice así:

Escribir un texto que icluya las siguientes frases, como principio, medio y final del texto. Emplear el narrador omnisciente para hacerlo.

Principio: Una mujer uniformada de verde no vio al que subió por la escalera.
Medio: Se apresuró
Final: Le pidió que no mintiera.

¡Vamos que nos vamos! ¡al lío!

En primer lugar ninguno de los dos personajes presentados en el principio parecen que deban ser personajes principales de la novela. Pero deben tener un peso importante ya que abren la escena.

Una mujer uniformada de verde no vio al que subió por la escalera. Fue una lástima porque de no haber sido así, todo podría haber sido distinto. La mujer era una empleada del servicio de limpieza y en ese momento estaba vuelta hacia la pared, quitando las hojas secas de un florero y con los oídos saturados escuchando su mp3 a todo volumen. 

El hombre saltó los escalones de dos en dos mostrando una forma física envidiable y unas ganas locas por llegar a su destino, que no era otro que el piso de la pobre María. Pobre no porque le faltasen las comodidades que Juan, su marido, le suministraba generósamente ni porque estuviese falta de culpa en su comportamiento, sino porque, como casi todo el mundo, era víctima del desconocimiento de lo caro que nos resultan nuestros deseos una vez conseguidos.

María lo sintió llegar a su puerta y corrió a arreglarse el pelo y enderezarse la ropa con esos pocos tirones que las mujeres se dan en faldas, blusas y medias, cuyos efectos los hombres somos incapaces de apreciar pero sin los que ellas no se atreven a ser vistas.

Se apresuró a abrir la puerta y dejarle pasar, cerrándola tras él, no sin antes comprobar que nadie le había visto entrar en su casa. Le evitaré al lector la descripción de lo sucedido a partir de ese momento por lo obvio y común de la escena, pero podrá éste imaginarse lo estéril de esos gestos de María adecentando sus vestimentas.

Juan volvió a su puesto de vigía en la ventana del bar de enfrente, tras aliviar la presión de la vejiga por las cervezas que ya llevaba en el cuerpo. Estaba ya con la mosca tras la oreja y temía que esa rápida ausencia arruinara toda su espera. Según su confidente era la hora habitual del delito. Intranquilo por la duda se arriesgó  a cruzar la calle y entró en el portal para preguntarle a la limpiadora si había subido algún hombre en esos minutos. La mujer de verde le dijo que con toda seguridad no, porque ella no se había movido de allí ni por un instante. Juan volvió a su mesa en el bar con esa sensación de soledad que da el saberse engañado en cuestiones de amores. El cornudo, tras comprobar que era el último en enterarse de todo, tiene la sensación de que el resto del mundo está en el ajo.

Juan siguió pidiendo cervezas y llegó un momento en el que no podía ni recordar por qué no había ido a trabajar ese día. Cuando el camarero le dijo que tenía que cerrar, que ya eran más de las doce de la noche, Juan, no sin antes implorar una última jarra, enfiló el camino de vuelta a casa feliz y contento. No recordaba nada y solo sabía que su Atlético del alma había ganado la liga y la champion y que en casa le esperaba la mujer más bonita del barrio.

Cuando atinó a abrir la puerta con las llaves, que se empeñaban en no entrar en la cerradura y caérseles de las manos, se encontró a su amorcito cruzada de brazos en medio del salón. Juan intentó hilvanar una explicación creíble de su tardanza y estado pero lo único que recordó al día siguiente es a su mujer llorando. No entendía por qué María le pidió que no le mintiera.

jueves, 1 de mayo de 2014

Palabras

Me pide el texto que juegue con la siguiente lista de palabras: Entusiasmo, Miedo, Estremecimiento, Angustia, Alegría, Pena, Fascinación, Rabia, Dolor, Tentación, Impotencia, Vergüenza. Bueno en verdad me pide otra cosa pero he decidido alterar algo el ejercicio. El original pide que piense durante un rato en varias palabras de la lista con los ojos cerrados y luego escriba rápidamente lo que se me haya ocurrido. Por último que intente fundir esos escritos en un único texto. Pero no tengo ganas de ese juego.

A ver qué podemos hacer con ellas:

Con entusiasmo salgo a batallar
el miedo que el blanco me provoca.
Con estremecimiento se coloca
mi pluma y la angustia aprieta el collar.

Collar que tensa con alegría
al ver la pena que sofoca
mi fascinación por la poesía,
y de rabia mi musa se ahoga.

¡Ahoga tirana estéril mi dolor
y arranca de cuajo mi tentación!
¡No te cebes cruel con mi impotencia!
Me quedé en blanco ¡Qué vergüenza!

Se ve que la poesía no es lo mío, pero habrá que trabajarla. Vamos por el 2º fascículo y son más de sesenta. Imagino que cuando termine habré mejorado algo.

miércoles, 30 de abril de 2014

La escopeta y el paraguas

¿Qué tienen en común una escopeta y un paraguas? La lluvia. Si, el paraguas sirve para protegernos de la lluvia propiamente dicha. El agua que precipita de las nubes. La escopeta sirve para cazar lanzando a la presa una lluvia de perdigones. El paraguas la recibe, la para. La escopeta la expulsa.

El agua es buena, necesaria y el paraguas nos separa de ella, porque lo bueno no es siempre bien recibido. El plomo, especialmente a altas velocidades, es mortal y la escopeta nos empapa de él. La muerte nos aterra pero vivir es matar a otros. Si realmente hubiese existido un Creador Benévolo, habría dividido la materia orgánica en comida y comedores. Los primeros solo serían felices en bocas de los segundos. Pero el azar no sabe de sutilezas y todos somos comida y comedores a la vez. Para morir, la muerte solo nos tiene que visitar una vez. Para vivir la llamamos a diario. Morir es solo el último acto de nuestra vida. Tras él, de nada sirven la escopeta ni el paraguas.


viernes, 18 de abril de 2014

Descifrando el mensaje

¿Qué diantres querría decir este texto?


Se trataba de un trozo arrugado de papel escrito a mano muy mojado y con la mayor parte del texto ilegible. Lo cierto es que no podía estar más aburrido esperando el tren en aquel nudo ferroviario. Dos horas y media para hacer transbordo, así que decidí ver si era capaz de reconstruir el texto con las escasas pistas que quedaban.

Veamos ¿qué quiere decir "como"? ¿Es un verbo, una conjunción, un adverbio o una preposición? Pensemos ¿Cuántos verbos tenemos? había, impersonal, primera o tercera persona; como, primera persona; preguntó, tercera persona; e inventó, tercera persona. Si "como" no fuese un verbo todos los verbos podrían estar en tercera persona lo que le daría bastante homogeneidad al texto.Veamos las otras posibilidades.

¿Podría ser una preposición? Empezar una frase con una preposición no es imposible pero supondría un destello de lirismo aparentemente ausente en el resto del texto. Además la preposición como significa en calidad de y no se cómo puede eso encajar con a las once y cuarto. Para colmo dos preposición seguidas son bastante poco frecuentes en español. Descartamos preposición.

¿Una conjunción? con un subjuntivo podría ser una condición cuya apódosis fuese una amenaza. Algo así como "Como a las once menos cuarto no esté en la oficina, la empresa lo despedirá". Podría ser ¿por qué no? Pero también podría ser una conjunción causal: Como a las once menos cuarto todavía no había llegado al andén, perdió el tren, Me inclino por esta última.

Pero también podría ser un adverbio. Si fuese un adverbio de a las once y cuarto significaría apróximadamente a las once y cuarto. O un adverbio del verbo que siga a a las once y cuarto. Algo así como según llegase, o así como vio al hombre, pero ambos casos implican la definición de un momento a través de un suceso lo que hace tremendamente redundante la especificación de la hora exacta. No, eso no puede ser. O mejor, eso no debería ser. ¡A saber cómo escribe el fulano! De ser una abverbio me quedaría con la primera posibilidad, pero probaré con una conjunción.

Bueno, intentar intercalar palabras para que el texto cobre sentido no creo que sea muy difícil pero respetar la distancia entre ellas rellenando los espacios es otra cosa. Vamos allá.


¡Objetivo cumplido! Pero todavía me quedan tres cuartos de hora de espera y dos más de viaje ¿Seré capaz de encajar otra historia totalmente diferente?


¡Ya está! Ahora a dormir un poquito.

domingo, 13 de abril de 2014

La carta

Amanda tenía apenas ocho años pero ya era una ávida lectora, a su manera. Leía todo lo que caía en sus manos y no solo repetía en su cabeza o con su lengua los fonemas que se iba encontrando sino que pensaba y elaboraba significados, no siempre ajustados a la intención del escritor. Esta afición por la lectura la hacía solitaria, pues los demás niños no la entendían: ¡le gusta las cosas de los mayores! ¡qué aburrido! Debía ser un bicho raro, sin duda.

Amanda, en sus rastreos solitarios en busca de una presa que leer, se encontró con una vieja carta, escrita con una letra bellísima y sin ningún tachón. Era tan bonita su caligrafía y presentación que no pudo contener el deseo de guardársela para ella y esconderla con sus tesoros.

Una tarde, cuando apenas había nadie en la casa, se atrevió a sacar la carta y leerla. Decía así:

Querida Amanda:

Te escribo esta carta con las postreras fuerzas de mi aliento, pues siento que el Señor me llama a su vera y aquí ya no soy de menester. Te preguntarás que cómo sabía que ibas a encontrar la carta sin saber yo de tu existencia. Muy sencillo, no lo sé, pero creo que cada vez que arrojamos un guijarro al universo, las pequeñas olas que levanta alteran su destino y, a veces, deseando podemos dar luz a lo deseado.

Las mujeres no tenemos la suerte de nuestros varones, que a lomos de sus monturas o en carrozas pueden viajar por esos mundos y conocer maravillas, bien al vivirlas ellos mismos, bien al oírlas narrar a gentes extrañas. Pero si te cae en dicha, como a una servidora, nacer entre muros de palacios, podrás escaparte por las ventanas más grandes que jamás se hayan construido - los libros - y viajar por el más rápido y cómodo de los caminos - la lectura. De la realidad solo percibimos una diminuta parte. Una buena biblioteca condensa lo mejor de las percepciones que los humanos más capaces han tenido. A veces pienso que no hay vida más vacía que la del que se dedica en cuerpo y alma a vivir.

Te escribo esta carta para advertirte del gélido vacío de la vida sensual. Los sentidos son fuentes de placer y martirio pero así como la mente espolea lo primero, también mitiga lo segundo. El miedo y el dolor menguan con el saber. El gusto se afina con él.

Entre estos muros ricamente vestidos con tapices lo fácil es entregarse a Baco y Eros y acabar tus días horrorizada por los estragos de Cronos, que con su fuerza ara nuestra piel y con su hoz nos castra la fortaleza. Pero por suerte, igual de fácil es dedicar gran parte de tu tiempo a adornar tus entendederas, fortalecer tu raciocinio, agilizar tu imaginación, porque entre estos muros además de bodegas, salas de danza y ministriles hay librerías, rincones silenciosos y maestros.

Porque se que entre nosotros son mayoría los que de palabra elogian y recomiendan el estudio pero sus hechos y ejemplo nos hablan solo de vacua diversión, reservándose, si acaso, para lo excelso solo como contemplador,  te escribo esta carta con la esperanza de que ilumine para ti la vereda que te guiará al mayor de los tesoros que alberga el Universo: el conocimiento.

Tuya para siempre, Amanda.

Amanda apenas entendió nada de su contenido pero las palabras le sonaron a revelación divina que anunciaba la venida de grandes acontecimientos. Su casa no era un castillo pero si tenía una gran biblioteca, lo que según su madre resultaba un lujo demasiado caro. Por lo visto a los libros se los come el polvo y eso cuesta mucho dinero evitarlo. Además, cuando hay que mudarse nada estorba más que una buena colección de libros. El saber no solo ocupa lugar sino que además pesa.

Amanda no sabía si preguntarle a su madre qué quería decir la carta, porque no estaba segura de que en verdad fuese para ella. Su madre también se llamaba Amanda. Y su abuela materna ¿Serían todas las mujeres de la familia de su madre Amandas?

Un día, cuando la curiosidad ya le estaba matando, Amanda se armó de valor y le enseñó la carta a su madre.

- ¡Ajáh!  Conque la tenías tú, pillina.

- Si, Mami, me la encontré en... dudó un instante por no confesar que estaba hurgando entre sus cosas.

- Se perfectamente dónde te la encontraste, porque yo la dejé allí para que lo hicieses.

- ¿De verdad, Mami?

- Si. Es ya una tradición familiar desde que la tataranosequéabuela Amanda la escribiese. Ahora ya es tuya y a partir de ahora es tu responsabilidad que esa carta siga dando frutos.

¿Responsabilidad? ¿Frutos? ¿Una carta? Amanda se quedó más desconcertada que antes de la conversación pero al menos una cosa le había quedado claro: la carta ya era suya.

martes, 8 de abril de 2014

Kitsch, puro kitsch

- ¿Cuándo dices que escribiste esto? me preguntó el maestro.

- Pues no me acuerdo bien, fue recién separado de mi segunda mujer, creo. Pero lo cierto es que no sabría decirte el año en que me casé con ella. Se que fue en primavera y que me separé en enero del año siguiente. ¡Espera! lo mandé por e-mail a una amiga un tiempo después y ésta me lo reenvió el otro día, por eso lo he publicado..., deja que mire, eehh. Si, en mayo del 2008. Bueno, debió ser entre febrero y marzo de ese año ¿Qué opina? - se me escapó poniendo cara de habérseme disparado una pistola sin querer.

Me miró con una sonrisa socarrona, fingiendo simular de broma un reproche que solo mi edad y el dinero que le pagaba por sus consejos impedían que materializara con toda crudeza.

- Pues - se quedó silbando la ese con los dientes cerrados, la lengua apoyada en los inferiores, sin atreverse a decir lo que pensaba.

- ¿Puro kitsch? apunté tímidamente tratando de aliviar el mazazo siendo yo el que me lo propinaba.

-¿Qué sabes sobre el kitsch? me preguntó rápidamente cambiando completamente la expresión de su cara y el tono de voz.

- Poco, lo que le leí hace tiempo a Umberto Eco en uno de sus ensayos. La Estructura del Mal Gusto, en Apocalípticos e Integrados ¿Sensaciones enlatadas?

- Cierto, buena definición, conozco la obra. Analicemos el texto ¿Cuál es el mejor ejemplo de kitsch que encuentras ahora, seis años después?

- Pues me costaría trabajo decirlo, por la abundancia de candidatos al premio. Pero creo que se lleva la palma cuando dice que el viejo es él mismo cuarenta años después.

- ¡Exacto! ¿Por qué?

- Porque se lo pone fácil al lector, a la vez que le niega el placer de descubrirlo por él mismo.

-¡Bien! ¿Cómo lo enmendarías?

- No se. A ver... Creo que sencillamente quitaría esa frase. Lo dejaría en algo así como: Luís terminó entregándose y preguntó - Dime… ¿Cómo me… te ha ido?

- ¡Bueno! Desde luego me parece una mejoría ¿Qué has pretendido con ese cambio?

- Pues, pare empezar la historia tiene que provocar en el lector la imagen de una situación absurda, no decirla. Si es absurdo se debe ver por el contexto. Con el desliz del pronombre en la pregunta ya va implícita la idea de que Luis cree que el viejo es él mismo años después. La corrección y el verbo entregarse denotan que es consciente de lo absurdo de la situación. ¡Vamos! me parece a mí.

- Creo que vas bien. Sigue.


- Pues ahora que lo releo detenidamente, me doy cuenta de que todo es una basura. No hago más que decir lo obvio sin dejar espacio al lector para que genere sus propias impresiones. Aquí la cago bien cuando digo: ¡Joder! Si esto es absurdo, es absurdo, no me salgas ahora con cuentos de coherencias y demás sandeces… Que reconozca que la situación es absurda no autoriza a que él se sume al absurdo.

- ¡Correcto! El secreto de la fantasía está en su dosificación. Las historias recargadas de hechos fantásticos, como El Señor de los Anillos resultan infantiles. Uno no puede evitar preguntarse por qué Mazinger Z no tiraba los puños nada más avistar a su contrincante. Todos sabíamos que iba a acabar haciéndolo y se habría ahorrado una pasta en chapa y pintura. Las historias que perduran son las que racionan cuidadosamente las dosis de inverosimilitud.

- ¿Que quede la posibilidad de que todo haya sido un sueño?

- O una mentira cochina que es el elemento menos recurrido en la ficción y más abundante en la realidad ¿Por qué no reescribes la historia con esta nueva perspectiva?

domingo, 30 de marzo de 2014

El caballito de mar

Caminaba Luís ajeno a cuanto le rodeaba por el parque infantil cuando una voz le distrajo de sus pensamientos.

-Buenas…, perdone que le moleste ¿no es usted el que ayer noche abrazaba a una mujer apoyado en un coche rojo?

Luís se paró, más por costumbre y educación que porque realmente pensase que debía atender a la interpelación de aquel anciano impertinente y chismoso. Tardó unos segundos en reaccionar ante tan extraña injerencia en su privacidad. Que una persona se fije en una pareja jugueteando al amor es comprensible y habitual, pero que nos atrevamos a referírselo a los mismos protagonistas sin justificación ya no es tan frecuente.

-Eh, ¿perdón…?

Fue lo único que atinó a responder intentado dar tiempo a su cerebro para entender la situación.

- Si, ahora le veo mejor, era usted…
- ¿Cómo dice? ¿Era yo…. quién?
- Pues ese…, le recuerdo bien… estaba usted besándola y acariciándola como si de la última vez que fuese a verla se tratara.

-¡Coño! ¡Pero qué es esto!

Creyó decir aunque realmente sólo lo pensó. Luís miró al viejo entre confuso y divertido, acordándose del corto que había rodado recientemente y pensando que aquello podría ser perfectamente una escena del mismo. Sin atinar a decir palabra se giró y continuó su camino. Estaba su mente ocupada pensando en la posibilidad de llegar a viajo en esas condiciones y diciéndose a si mismo… -¡quién sabe si al paso que voy no llegaré a ser un viejo como éste!- cuando volvió a interrumpirle aquella voz..

-Si hijo… llegarás…
- Me voy a c……. ¡pero bueno quién coño se cree usted que es….
- Fíjese y lo sabrá…

Luís le miró a la cara con atención y se quedó congelado mientras veía los rasgos de aquel vejete transmutándose gradualmente en una cara que, sin ser exactamente igual, le recordaba muchísimo a su padre poco antes de acusar el cáncer que acabó con su vida.

-¿Es usted algún pariente que no conozco?

El viejo sonrió y poniendo un gesto de duda le dijo

-¿Pariente….? Si ¿Qué no conozca…..? ¿Quién se conoce a sí mismo?

Luís se quedó mudo tratando de digerir lo absurdo de todo aquello.

-Ahora me dirá usted que es un hermano de mi padre que nunca conocimos…
-Hermano no, pero hijo si
-Ja! Así que eres mi hermano mayor… pero si debe tener usted la edad que tendría mi padre en estos momentos….

El viejo se le quedó mirando fijamente como si estuviese seguro de que Luís llegaría por si mismo a la verdad de todo aquello. Luís paró bruscamente de hablar cuando se percató que de la presilla del pantalón le colgaba un llavero con un caballito de mar muy estropeado pero aún reconocible. Era el mismo caballito de mar que tenía él mismo junto a sus llaves y que le regaló su hija Julia. El mismo, salvo que envejecido 40 años. Levantó lentamente la vista a la cara del anciano y vio en su mirada la misma expresión que el percibía en su interior cuando rememoraba su propio pasado.

-¿Quién eres?
-Ya lo sabes ¿verdad?

El viejo sonrió secamente…

-Compartimos los mismos alelos..

Luís cerró los ojos en señal de cansancio mental y dijo, más para sí mismo que para su interlocutor…

-¡No por Dios! Estoy cansado de todo eso…

-Pues no es nada para lo que te espera…

-¿Lo que me espera?

-Si, lo que te espera. Uno no puede escapar de sí mismo. No puede y dudo que deba.

Luís se terminó de entregar al absurdo de la situación y aceptó que aquel viejo era el mismo 40 años después.

-Dime… ¿Cómo me… te ha ido?

El viejo sonrió tiernamente y le dijo… -¿no querrás que te estropee la película, verdad?

-¡Joder! Si esto es absurdo, es absurdo, no me salgas ahora con cuentos de coherencias y demás sandeces…

-¿Cómo te ha ido a ti hasta ahora? ¿Desde cuando sabes que tu manera de ser te complica algunas cosas y sin embargo has seguido siendo tal y como eres? Es más, yo diría que cada vez te reafirmas más en esa manera de ser… ¿Y te va mal… en general?

Luís sonrió alegremente sintiendo una ráfaga de aire polar en su cerebro….

-Gracias….

Creyó decir… aunque realmente sólo lo pensó.

domingo, 16 de marzo de 2014

Saber de qué se escribe, esa es la cuestión.

Firme escribe el verso claro
que con trazo inteligible
cante al fin lo cognoscible.

Comprensible haz lo raro.
Que lo obtuso sea entendible
Lo inabarcable medible.

Ya que crees lo imaginable,
y ves lo identificable
no seas con tu pluma avaro.


martes, 11 de marzo de 2014

La mujer perfecta

- Perdone, creo que se le ha caído esto
Ah! si, es una foto de mi última mujer, gracias.
- Veo que pertenecemos al club de los reincidentes. Yo también me he casado, y divorciado, dos veces.

El hombre se me quedó mirando fijo con una sonrisa que no encajaba con la expresión de sus ojos, fijos en mí, aunque sin dureza, como siento yo los míos cuando hago algún cálculo difícil. No tenía claro si le había sentado mal el comentario o no.

- Perdone mi poco tacto. Piensa el ladrón que todos son de su condición. Dije pensando que no hace mucho tiempo su comentario habría sido relacionado antes con algún tipo de desgracia natural que con un fracaso de pareja.

- ¿Por qué dice eso?. Me dijo a la vez que enternecía aun más su sonrisa.

- Bueno, entendí por ese "última" que usted se habría casado más de una vez, lo que no me da derecho a pensar que fuese por divorcio.

- De todo ha habido, pero lo que abunda es efectivamente el divorcio y casi todos por mi iniciativa.

Ahora era yo el que trataba de sonreír y aparentar normalidad, sin mucho éxito, según sentía mi cara desde dentro.


- ¿Perdone? Imagino que me lo tengo merecido por bocazas. Se está usted quedando conmigo ¿no?

- ¡No! Nada más lejos de mi intención. Se que es difícil de entender pero un servidor ha estado casado seis veces.

-¡Seis... veces! Está de coña ¿no?

- Pues no. Nací con el don de las mujeres. No he conocido ninguna que haya podido resistirseme. Unas han tardado más que otras, pero al final todas terminaron conmigo. Cuando era un jovenzuelo exploté ese don para satisfacer mi vanidad de macho. Quería dejar a Don Giovanni a la altura de un zapato y machacar ese "Ma in Spagna son gia mille e tre". Pero llegó un momento en que cazar dejó de ser divertido y deshacerse de la caza se convirtió en un infierno.

No quería bajar la guardia y aceptar sus palabras sin recelo pero me costaba la propia vida. Desde luego tenía capacidad de convencer. Me resultaba fácil entender por qué a las mujeres les parecería irresistible. La conjunción de mirada, movimientos y voz era narcótica. Sin darme cuenta me vi aceptando todo lo que me contaba sin cuestionarme su veracidad. ¡Qué digo veracidad! ni siquiera su verosimilitud.

- Llegó un momento que decidí dedicarme a una sola mujer. La mayoría de los hombres se dedican a una sola mujer, si tienen suerte, por imposibilidad de encontrar más de una. Los que no tenemos esa limitación lo hacemos para huir del resto de las mujeres. Nos encerramos en la osera, con la esperanza de que el oso espante al resto de las bestias del bosque.

- Imagino que el secreto radicará en encontrar la fiera que no termine deborándote en la tranquilidad de su guarida.

- Así es. Veo que algo has aprendido de tu corta experiencia matrimonial. Dijo mientras sonreía despreocupadamente mirando por la ventana.

Sin darme cuenta recogí su velada invitación a prescindir de las formalidades y empecé también a tutearle. ¡Con qué naturalidad cambió el tratamiento sin caer en las torpes fórmulas que el resto de los mortales solemos usar! - ¿Le importa que le hable de tu? ¿por favor no me hables de usted que aun soy joven?. Después de haber alternado "tus" y "ustedes" incluso en una misma frase.

- Para mi desgracia ese secreto sigue sin desvelarse. Yo creí que había dado con la tecla. Pensé que la clave estaba en la belleza. Una mujer bella, a la vez que te atrae y agrada, espanta al resto de mujeres que se sienten comparadas y mal paradas. Pero el problema está en la propia belleza.

- ¿De todo se harta uno? apunté simplonamente

- No. No es eso sino que nada viene solo. La belleza pura no existe, siempre está tocada por otras cualidades. Mis primeros cinco intentos no fueron más que diferentes ensayos para encontrar la belleza perfecta: mi primera mujer era hermosa, la segunda primorosa, la tercera bonita, la cuarta atractiva y la quinta encantadora.

Ya no me atreví a hacer ningún comentario más. Sentía que no estaba a su altura y que mejor hacía escuchando y aprendiendo. Posiblemente todo eso no era más que un cuento, pero un cuento muy interesante al fin. No en vano esa ha sido siempre la finalidad de los cuentos: ilustrarnos sobre cosas interesantes que nos conviene aprender.

Si bien no dije nada, mi cara lo expresaba todo. El se rió un poco, con amabilidad, y continuó con su relato.

- Pues si. La primera la busqué hermosa. Grandiosamente bella. La hermosura es la superlación de lo bello. Si tenía la fórmula del remedio, ¿por qué no aplicarla con toda su intensidad?. Pero el alma humana no resiste fuertes emociones mantenidas. Se gripa, se fatiga. Una luz intensa y duradera nos termina quemando los ojos, provocandonos una dolorosa ceguera. Lo hermoso ha de ser efímero. Su fuerza nos marchita y nos hace odiarlo.

Se quedó inmóvil, mirando atentamente el trozo de pared que mi cara le tapaba. Me sentía transparente, en otra habitación. Después de un rato, enfocó su mirada en mis ojos y continuó.

- Por eso busqué la segunda primorosa, delicadamente bella. A modo de cura homeopática, apliqué al mal su misma sustancia pero en dosis livianas. Un emplasto de belleza suave y delicada que enfriase el escozor de mi primer fracaso. Al principio sentí alivio. Su belleza me inspiraba ternura y me provocaba la sonrisa. Pero lo delicado exige cuidado y el cuidado crea tensión. Tensión de los nervios, que es más agotadora que la de los músculos. Lo sutil no da respiro y uno termino por ahogarse. No lo pude soportar.

Me miró curioso y me preguntó.

- ¿Qué piensas?

Ni siquiera sabía lo que pensaba. Sentía mi sonrisa acartonada, congelada, y los ojos, poco a poco, iban conformándose en una expresión de tristeza. No pude constestar

- Habida cuenta de que los extremos habían fallado, busqué la solución en el equilibrio, así que me puse a la caza y captura de una mujer bonita, es decir proporcionalmente bella. Lo bonito es equilibrado y proporcionado. Ajustado a su entorno. Eso es lo que yo necesitaba, que su belleza se acomodase a mi persona y mis circunstancias. La encontré.

- Pero no funcionó ¿no? - Dije sintiéndome Sherlock puesto que si no solo habría habido tres mujeres. Pero rápidamente me hice todo Watson y, nublándoseme la cara, corregí. 

- Salvo que... Me acordé que no todas ellas se fueron por la vía civil. Él pareció entender mi turbación y rápidamente aclaró

- Efectivamente, no funcionó. La dejé también.

- Pero ¿por qué?

- Porque el equilibrio es temporal. Era bonita cuando la encontré, pero su proporcionalidad se desmoronó con mis cambios. Lo que al prinicipo encajaba de maravilla luego se volvió todo aristas y esquinas vivas. Pero no me dí por vencido. Analicé el problema y llegué a la conclusión que estaba basándome exclusivamente en las propiedades de la mujer deseada, lo amado. El quid debía estar en el vínculo entre amado y amante.

- ¡Claro! por eso la cuarta era atractiva.

- Exactamente. La cuarta la busqué de otra manera. No me fijé en las que me parecían bellas, que de suyo, llaman la atención, sino en las que sin saber por qué me atraían. Muchas eran por raras, otras sencillamente por feas, o por su mal gusto, su descaro. Todas ellas dejaron de interesarme con el tiempo. Pero a veces nos topamos con personas que siguen atrayéndonos y nunca llegamos a saber por qué. Yo encontré  a una y me casé con ella. Esperé varios años para estar seguro de que no era un asunto pasajero. Tengo que admitir que aun hoy me sigue atrayendo. Según eso, es la mujer más atractiva que jamás he conocido.

- Y ¿qué pasó?. Ya no me atrevía a aventurar ninguna salida.

- ¿Has vivido alguna vez en una casa inclinada? ¿Te imaginas lo que sería sentir continuamente la fuerza de un imán sobre ti? Los hombres necesitamos desconectar de las cosas, tener diferentes parcelas estancas en las que hacer cosas distintas. Una mujer tan atractiva es la peor de las adicciones que puedes sufrir. Tuve que desengancharme.

Empezaba a sentir alivio de no ser tan irresistible para las mujeres. No podía ni sospechar de lo que me estaba librando.

- El problema era que esa atracción no nublaba mi conciencia. Es como la comida, que nos esclaviza pero no nos atonta. Así, razoné y llegué a la solución trágica de la bebida, de las drogas. Necesitaba un tipo de atracción oculta, necesitaba un encantamiento.

- La quinta. Encantadora.

- Eso es. La belleza que te absorbe sin que tu te des cuenta. La lástima es que no recuerdo nada. Solo se que estaba en la gloria, pero no se por qué. Al final se aburrió de mi y se fue. Es el único divorcio que no busqué yo mismo.

- ¿Y la sesta? En ese momento me vino a la cabeza que solo las cinco primeras entraban en el capítulo de la búsqueda de la mujer perfecta por la belleza y no pude evitar el chiste fácil y dije riéndome.

-¿Más fea que Picio?

Bajó la mirada y con una sonrisa triste dijo para sí mismo.

- No. La mujer más buena que jamás he conocido. Con ella hubiese bajado a los infiernos si las circunstancias lo exigiesen.

Se me cayó el alma al suelo y balbuceando pregunté.

- Pero, pero ¿qué pasó?

- Murió.



 


domingo, 9 de marzo de 2014

Ronroneos a mi alrededor

¡Concéntrate Luis, concéntrate! El tiempo se va y necesitas exprimirlo.
¡Ah! ¿Por qué me costará tanto creerme mis propias palabras?
¿Qué daría por tener las tragaderas de un niño?
¡Si al menos no oyese ese ruido de fondo!
No puedo dejar de pensar en ese maldito rumor que lo inunda todo.
Se que el murmullo no es más que la suma de muchos susurros y que los susurros no son conspiración. Pero ¿quién acalla a los enemigos que habitan en mi cabeza? Yo los alimento y ellos me atormentan. Susurros, murmullo, rumor. Es la secuencia lógica de los ruidos del alma insegura. Del alma de quien piensa que los demás la ven como ella se ve a si misma.
¡Como si los demás no tuviesen sus propios crujidos que los atormentan!

Presentando al ganso

No se ofenda, pero si está usted leyendo esto es que no está bien asesorado en materia literaria. Las bibliotecas están llenas de maravillas que merecen mucho más su atención y cariño. Pero ya que está, no seré desagradecido y le confesaré que me encanta tenerle ahí.
¿De qué va este blog? Pues sencillamente como banco de trabajo para mi afición a la escritura. Cuando digo afición, no digo don, genio, ni nada parecido. Lo poco de bueno que puedan tener mis renglones se lo debo única y exclusivamente a mi tozudo empeño por aprender a escribir. En la familia Curie yo no estaría entre las madames, sino entre los monsieurs, moliendo pechblenda.
Es improbable, pero posible, que ya conozca mi otro blog, El mundo de Freeliberto, que también justifiqué, en parte, por mi afición a la escritura. Pero ese blog está destinado a la transmisión escrita de ideas que tienen que ver con la libertad, tal y como la entiendo yo. Cuando escribo en él, me empuja las ganas de transmitir conceptos, no de jugar con el lenguaje. Este que aquí empieza es un espacio de ensayo para mis escasas dotes literarias.
¿Que podría hacer esto en casa sin molestar al personal y ponerme en evidencia? ¡Ah! Esta es la tragedia del exhibicionista. No podemos cometer nuestros pecadillos sin contarlos a todo el barrio. No tengo otra explicación mejor.
Hace mucho tiempo, en la corta escala de la vida humana, adquirí por recomendación de un compañero de enseñanza en un instituto de la provincia de Cádiz (España) una colección de Salvat titulada Taller de Escritura. La colección me ha acompañado por varios hogares, impregnándose del polvo de cada uno de ellos, esperando pacientemente a que yo le dedicase parte de mi atención y creo que ya ha llegado ese momento. Así que trataré de plasmar en este espacio los ejercicios que me vaya proponiendo.
Sin más se despide de usted, sin grandes esperanzas de volverlo a ver por estos lares, el ganso de la pluma. Un fuerte abrazo.